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viernes, 8 de marzo de 2013

TABÚ. practicas extremas


Tabú



La palabra tabú designa a una conducta, actividad o costumbre prohibida, moralmente inaceptable, impuesta por una sociedad, grupo humano o religión. Es la prohibición de algo natural, de contenido religioso, económico, político, social o cultural por una razón no justificada basada en prejuicios infundados. Romper un tabú es considerado como una falta imperdonable por la sociedad que lo impone. Algunos tabúes son, en efecto, delitos castigados por la ley, en este sentido, los tabúes son antecedentes directos del derecho. Hay tabúes fuertemente incorporados a las tradiciones de ciertas culturas, mientras otros responden a intereses políticos.
Los tabúes pueden incluir:
Restricciones alimentarias.
Restricciones sobre actividades y relaciones sexuales.
Restricciones en el uso del lenguaje.

En las agrupaciones primitivas los comportamientos causativos de una reacción tribal eran aquellos que ofendían el tabú mágico, esto es, las prohibiciones vigentes en la tribu oriundas de supersticiones, hechicerías y costumbres ancestrales, en las que los magos o sacerdotes -siempre al servicio de los poderosos- eran sus veladores. No hay en estas agrupaciones humanas primitivas un concepto destacado de lo que hoy estimamos como delito, pues las violaciones de los tabúes mágicos tenían más bien la naturaleza de lo que las religiones positivas han considerado pecado. Las sanciones que seguían a la violación del tabú tenían también carácter religioso, ya que consistían en la privación de los poderes protectores de los dioses de la comunidad.

El comportamiento punible era oriundo de hábitos y supersticiones, usanzas y ritos; estaba considerado como una ruptura de la paz interna o externa del clan; e imperaba en su concepción un acusado de carácter religioso sacerdotal de colectiva defensa física, objetiva y ciega de los principios ancestrales en que se fundaba la propia existencia de cada tribu o colectividad.
El hombre primitivo pensaba que si cometía ciertos actos debía sufrir, inevitablemente, ciertas consecuencias. Las aceptaba sin exigir que la relación de causa a efecto tuviera un contenido lógico, ni tampoco una base ética y moral, la tradición y la costumbre le habían enseñado que si hacía esto o aquello (ya que los tabúes tenían vigencia en relación a acciones, no omisiones), sufriría tales y cuales castigos. No porque los mismos fueran inevitables, porque hubiera infringido un precepto legal, o porque hubiese causado daño sino, simplemente, porque había violado un tabú, vale decir, una prohibición atávica.
En la mayoría de las sociedades primitivas los tabúes estaban representados por una serie de reglas negativas, cada una de las cuales preveía, y sancionaba, una forma de conducta prohibida, cuya concreción debía determinar, inevitablemente, un daño al culpable o, en algunos casos, a todo el grupo al que pertenecía. Sirvieron para acostumbrar al hombre a la obediencia, y prepararon su ánimo para que en estadios posteriores de la civilización aceptara los castigos derivados de la violación de las leyes humanas.


El pasaje del tabú mágico al concepto de la prohibición o sanción motivada y razonable siguió un camino paralelo y equivalente al recorrido por el progreso de la mente humana. Así, el temor a lo sobrenatural fue reemplazado por el temor concreto a las sanciones de las leyes humanas

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