ACCIÓN DE LA ESCUELA
¿La acción de la escuela sobre el niño puede provocar
inhibiciones que actúen desfavorablemente en relación con su aprendizaje
escolar?
La escuela influye en el desarrollo social del niño por la acción
que ejercen sobre el la maestra, su condiscípulos,
las autoridades y los métodos de enseñanza.
La “maestra “es una persona grande en la que el niño
reconoce autoridad, incluso cuando se opone a ella (lo cual es una manera de admitirla).
La maestra es la que permite hacer, la que enseña cómo
hacer, pero que al mismo tiempo señala al niño los límites de sus capacidades. La
maestra de párvulos, generalmente afectuosa ya tierna, representa el puente
intermedio entre la madre y la vida en grupo.
En el grupo de párvulos el niño encuentra compañeros de su
misma edad que influyen en su evolución social, dándole nuevos modelos para
imitar y nuevas posibilidades de identificación.
El problema que suele surgir en sus relaciones sociales
entre los niños de edad preescolar es el hecho de que a esa edad el niño aun es
egocéntrico, solo es capaz de considerar su propio punto de vista; le cuesta
aceptar el de los otros. A esa edad, los niños frecuentemente juegan solos, y
es poco a poco, en el transcurso de su vida escolar, cuando se van relacionando
con los otros y llegan a aceptar las reglas impuestas en el juego, eligen sus
amigos y descubren que así como él puede imitar a los otros, también existe la
posibilidad de que ellos lo imiten.
Las actividades lúdicas de los niños de esa edad ya
establecen una diferenciación según su sexo, debido en parte a una evolución física
diferenciada, y en parte a la presión social que obliga la elección del juego
asociada al sexo.
En la edad escolar el niño ya es capaz de adquisiciones
cognoscitivas realmente estructuradas, que además de ser la base instrumental
de desarrollo cultural del niño, sirven como agentes de socialización por su
contenido y su forma.
La relación maestro-alumno es de naturaleza compleja. Difiere
con la edad del niño: el niño de 6 años es más dependiente de la aprobación de
su maestro que uno de 12, pero también cuentan otros factores como las características
del maestro en lo que toca a su labor (el maestro que sabe explicar bien o el
que no sabe hacerlo) y en lo que concierne a su personalidad, a los tipos de unión
de naturaleza afectiva que establece con sus alumnos (si es severo o no, si da
muestras de interesarse por sus alumnos o no).
Los efectos de una educación autoritaria, en que los niños
son castigados con frecuencia, pueden repercutir comúnmente en comportamientos “negativos”.
Ninguna educación puede prescindir del refuerzo negativo de
la sanción, pero el exceso de castigo, tanto como su ausencia, crea un malestar
en el niño. El justo medio es lo que debe adoptarse.
El éxito escolar es un hecho determinante en la buena o mala
aceptación del niño por sus maestros.
Los niños que tienen gran éxito en la escuela tienen una representación
unificada de su propia imagen y de sus relaciones sociales; mientras que en los
que tienen éxito inferior hay desarmonías en la representación de los mismos y
en sus relaciones con el mundo; generalmente dudan sobre sus propias
capacidades y este sentimiento de inseguridad es perjudicial en la mayoría de
los casos.
De ahí que los maestros que han recibido una preparación en caminada a tratar
de comprender el comportamiento de sus alumnos, el porqué de sus equivocaciones y pueden
guiarlos a su autoevaluación, obtengan mejores logros que los que ensalzan a
los más brillantes y denigran a los menos aptos.
La estimación, o más bien, la percepción del modo como nos evalúan
los otros, es un elemento determinante de nuestro modo de ser. Este “efecto Pigmalión”
es característico del niño, sobre todo antes de la pubertad.
Por eso los procesos de socialización infantil integran en
su práctica educativa la necesidad de ayudar al escolar a conocerse a si mimo y
comprender como y por qué le juzga los otros.
En los estudios que se han realizado ha quedado patente como
los niños más inteligentes son los que alcanzan un conocimiento más objetivo y
realista de ellos mismos y una concepción más matizada y real de su entorno.
Las intenciones pedagógicas varían según el tipo de escuela
ya sea tradicional o activa.
La primera es impositiva porque el maestro impone las
actividades, la organización del trabajo, la naturaleza de las relaciones
maestro-alumno y la naturaleza de las cooperaciones entre los alumnos, aunque
existan variantes significativas según la participación del maestro que las
haga más rígidas o más flexibles.
En la escuela activa los niños son iniciados en un esfuerzo
de descubrimiento, y se solicita la acción
de su actividad creadora. En la escuela tradicional el maestro siguiere los
caminos que el niño debe seguir, mientras que en la activa el niño escoge los
caminos a su propio albedrío; aunque también pueden existir variables impuestas
por la personalidad del educador.
Generalmente en la escuela tradicional se pierde un poco el
efecto de socialización; hay que hacerle un apartado especial. En la escuela,
activa es primordial el que se logre establecer con el alumno su deseo de comunicación.
Pero tanto en un caso como en el otro, los marcos de
referencia y las actitudes que se constituyen en el niño reflejan y mantienen
los valores de la sociedad, gracias a la identificación con unos modelos
particulares y concretos que definen el buen alumno, el mal alumno, el buen
compañero, etc.
La escuela es un factor esencial de socialización, no solamente
debido a lo que enseña, sino porque lo hace vivir en un medio hecho a su
medida. El educador que se interesa en el progreso social del niño ha de
brindarle amor y afecto en sus relaciones humanas, de lo cual se desprende el énfasis
en la libertad creadora del niño, en la igualdad de sus relaciones y el respeto
reciproco.
En este sentido el recreo, que impone a los niños convivir
juntos e inventar sus relaciones sociales,
es el instrumento más apreciado de esta socialización y el revelador de los
bloqueos que existan en ciertos sujetos: aquellos que se apartan del grupo, los
que lo atacan, los que no aceptan las reglas del juego.
El niño se aparta ¿en qué universo que teme el contacto con la
realidad y el juego con sus compañeros? ¿Es acaso el niño reprimido que sabe
que la violencia es mala? ¿Es acaso el niño imaginativo que prefiere sus mundos
interiores al mundo que le rodea? ¿Es el niño quizás, enfrentado a unos
fantasmas ve bloqueada su comunicación con los demás? Estas preguntas han de
plantearse para buscar su respuesta más satisfactoria.
El juego puede servirnos como parámetro para medir el grado
de socialización del niño. Nos muestra
como arranca de su entusiasmo y autosatisfacciones personales (como la solución
de pulgar) hacia la aceptación de los compañeros de juego, dando lugar a la colaboración,
la ayuda mutua y la solidaridad.
C O N T I N U A R A…
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