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viernes, 8 de marzo de 2013

¿Por qué los niños no aprenden?




ACCIÓN DE LA ESCUELA

¿La acción de la escuela sobre el niño puede provocar inhibiciones que actúen desfavorablemente en relación con su aprendizaje escolar?
La escuela influye en el desarrollo social del niño por la acción que ejercen sobre el  la maestra, su condiscípulos, las autoridades y los métodos de enseñanza.
La “maestra “es una persona grande en la que el niño reconoce autoridad, incluso cuando se opone a ella (lo cual es una manera de admitirla).
La maestra es la que permite hacer, la que enseña cómo hacer, pero que al mismo tiempo señala al niño los límites de sus capacidades. La maestra de párvulos, generalmente afectuosa ya tierna, representa el puente intermedio entre la madre y la vida en grupo.
En el grupo de párvulos el niño encuentra compañeros de su misma edad que influyen en su evolución social, dándole nuevos modelos para imitar y nuevas posibilidades de identificación.
El problema que suele surgir en sus relaciones sociales entre los niños de edad preescolar es el hecho de que a esa edad el niño aun es egocéntrico, solo es capaz de considerar su propio punto de vista; le cuesta aceptar el de los otros. A esa edad, los niños frecuentemente juegan solos, y es poco a poco, en el transcurso de su vida escolar, cuando se van relacionando con los otros y llegan a aceptar las reglas impuestas en el juego, eligen sus amigos y descubren que así como él puede imitar a los otros, también existe la posibilidad de que ellos lo imiten.
Las actividades lúdicas de los niños de esa edad ya establecen una diferenciación según su sexo, debido en parte a una evolución física diferenciada, y en parte a la presión social que obliga la elección del juego asociada al sexo.
En la edad escolar el niño ya es capaz de adquisiciones cognoscitivas realmente estructuradas, que además de ser la base instrumental de desarrollo cultural del niño, sirven como agentes de socialización por su contenido y su forma.
La relación maestro-alumno es de naturaleza compleja. Difiere con la edad del niño: el niño de 6 años es más dependiente de la aprobación de su maestro que uno de 12, pero también cuentan otros factores como las características del maestro en lo que toca a su labor (el maestro que sabe explicar bien o el que no sabe hacerlo) y en lo que concierne a su personalidad, a los tipos de unión de naturaleza afectiva que establece con sus alumnos (si es severo o no, si da muestras de interesarse por sus alumnos o no).
Los efectos de una educación autoritaria, en que los niños son castigados con frecuencia, pueden repercutir comúnmente en comportamientos “negativos”.
Ninguna educación puede prescindir del refuerzo negativo de la sanción, pero el exceso de castigo, tanto como su ausencia, crea un malestar en el niño. El justo medio es lo que debe adoptarse.
El éxito escolar es un hecho determinante en la buena o mala aceptación del niño por sus maestros.
Los niños que tienen gran éxito en la escuela tienen una representación unificada de su propia imagen y de sus relaciones sociales; mientras que en los que tienen éxito inferior hay desarmonías en la representación de los mismos y en sus relaciones con el mundo; generalmente dudan sobre sus propias capacidades y este sentimiento de inseguridad es perjudicial en la mayoría de los casos.
De ahí que los maestros que han  recibido una preparación en caminada a tratar de comprender el comportamiento de sus alumnos, el  porqué de sus equivocaciones y pueden guiarlos a su autoevaluación, obtengan mejores logros que los que ensalzan a los más brillantes y denigran a los menos aptos.
La estimación, o más bien, la percepción del modo como nos evalúan los otros, es un elemento determinante de nuestro modo de ser. Este “efecto Pigmalión” es característico del niño, sobre todo antes de la pubertad.
Por eso los procesos de socialización infantil integran en su práctica educativa la necesidad de ayudar al escolar a conocerse a si mimo y comprender como y por qué le juzga los otros.
En los estudios que se han realizado ha quedado patente como los niños más inteligentes son los que alcanzan un conocimiento más objetivo y realista de ellos mismos y una concepción más matizada y real de su entorno.
Las intenciones pedagógicas varían según el tipo de escuela ya sea tradicional o activa.
La primera es impositiva porque el maestro impone las actividades, la organización del trabajo, la naturaleza de las relaciones maestro-alumno y la naturaleza de las cooperaciones entre los alumnos, aunque existan variantes significativas según la participación del maestro que las haga más rígidas o más flexibles.
En la escuela activa los niños son iniciados en un esfuerzo de descubrimiento, y se solicita  la acción de su actividad creadora. En la escuela tradicional el maestro siguiere los caminos que el niño debe seguir, mientras que en la activa el niño escoge los caminos a su propio albedrío; aunque también pueden existir variables impuestas por la personalidad del educador.
Generalmente en la escuela tradicional se pierde un poco el efecto de socialización; hay que hacerle un apartado especial. En la escuela, activa es primordial el que se logre establecer con el alumno su deseo de comunicación.
Pero tanto en un caso como en el otro, los marcos de referencia y las actitudes que se constituyen en el niño reflejan y mantienen los valores de la sociedad, gracias a la identificación con unos modelos particulares y concretos que definen el buen alumno, el mal alumno, el buen compañero, etc.
La escuela es un factor esencial de socialización, no solamente debido a lo que enseña, sino porque lo hace vivir en un medio hecho a su medida. El educador que se interesa en el progreso social del niño ha de brindarle amor y afecto en sus relaciones humanas, de lo cual se desprende el énfasis en la libertad creadora del niño, en la igualdad de sus relaciones y el respeto reciproco.
En este sentido el recreo, que impone a los niños convivir juntos  e inventar sus relaciones sociales, es el instrumento más apreciado de esta socialización y el revelador de los bloqueos que existan en ciertos sujetos: aquellos que se apartan del grupo, los que lo atacan, los que no aceptan las reglas del juego.
El niño se aparta ¿en qué universo que teme el contacto con la realidad y el juego con sus compañeros? ¿Es acaso el niño reprimido que sabe que la violencia es mala? ¿Es acaso el niño imaginativo que prefiere sus mundos interiores al mundo que le rodea? ¿Es el niño quizás, enfrentado a unos fantasmas ve bloqueada su comunicación con los demás? Estas preguntas han de plantearse para buscar su respuesta más satisfactoria.
El juego puede servirnos como parámetro para medir el grado de socialización  del niño. Nos muestra como arranca de su entusiasmo y autosatisfacciones personales (como la solución de pulgar) hacia la aceptación de los compañeros de juego, dando lugar a la colaboración, la ayuda mutua y la solidaridad.

C O N T I N U A R A…

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