LA SEMANA SANTA DE LOS INDIOS
TERMINA SIN RESURRECCIÓN
Hasta la revolución de 1952, que devolvió a los indios bolivianos el
pisoteado derecho a la dignidad, los pongos comían las sobras de la
comida del perro, a cuyo costado dormían, y se hincaban para dirigir la palabra
a cualquier persona de piel blanca. Los indígenas habían sido bestias de carga
para llevar a la espalda los equipajes de los conquistadores: las cabalgaduras
eran escasas. Pero en nuestros días pueden verse, por todo el altiplano andino,
changadores aimaraes y quechuas cargando fardos hasta con los dientes a cambio
de un pan duro. La neumoconiosis había sido la primera enfermedad profesional
de América; en la actualidad, cuando los mineros bolivianos cumplen treinta y
cinco años de edad, ya sus pulmones se niegan a seguir trabajando. Los turistas
adoran fotografiar a los indígenas del altiplano vestidos con sus ropas
típicas. Pero ignoran que la actual vestimenta indígena fue impuesta por Carlos
III a fines del siglo XVIII. Los trajes femeninos que los españoles obligaron a
usar a las indígenas eran calcados de los vestidos regionales de las labradoras
extremeñas, andaluzas y vascas, y otro tanto ocurre con el peinado de las
indias, raya al medio, impuesto por el virrey Toledo. No sucede lo mismo, en
cambio, con el consumo de coca, que no nació con los españoles; ya existía en
tiempos de los incas. La coca se distribuía, sin embargo, con mesura; el
gobierno incaico la monopolizaba y sólo permitía su uso con fines rituales o
para el duro trabajo en las minas.
POR ; RICARDO
SANABRIA ALVAREZ, MAESTRO EN HISTORIA UNIVERSAL
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