Sociedades por la Educación en todo el mundo

lunes, 22 de octubre de 2012

NIÑOS VIOLENTOS O NIÑOS VIOLENTADOS?


ANALIZA!!!

 Uno de los temas que como docentes observamos  con más frecuencia es la violencia que ejercen nuestros alumnos con sus compañeros o con cualquier otra persona de su alrededor. Inmediatamente nos percatamos que el niño no tiene suficiente atención o comunicación en su casa o en su caso afirmamos que es un niño que no ha recibido los suficientes valores de sus padres.

El presente tema lo comparto con Uds. porque es común hoy en día ver, observar, criticar, juzgar la violencia que existe en nuestro estado, ciudad, comunidad, etc. Damos por hecho varias situaciones sin informarnos o mínimo analizar de una manera objetiva, fuera de nuestros prejuicios.


El nivel de violencia que  cada uno de nosotros ejerce hacia uno mismo o hacia el otro es directamente proporcional al desconocimiento de sí mismo. Cuando no ejercitamos  la interrogación profunda, la introspección y la búsqueda del lugar personal en el mundo, nos alejamos de nuestro personalismo eje. Desde allí nos enojamos con los demás, con el mundo, con la pareja, con los hijos, con el trabajo, tratando de creer que son ellos los causantes de nuestra insatisfacción primaria. En la medida en que no encontramos respuestas inmediatas a nuestro desamparo, crece la voracidad y por lo tanto el maltrato. La violencia es apenas un escalón más alto en las diferentes formas de maltratar al otro, ya que creemos que así lograremos saciar nuestra antigua hambre de amor.


Todos los adultos cargamos con historias desdichadas en algún lugar de nuestro corazón. Es verdad que hay un abismo en la solidez de la estructura emocional de las personas que hemos disfrutado de mama amorosamente y maternamente y la de quienes hemos padecido una madre infantil e incapaz de sostener a nadie, y mucho menos al niño que hemos sido. Esta es la primera  gran pregunta que necesitamos formularnos para saber “cómo nos hemos establecido en el mundo”. La conexión interior y la sinceridad personal con la que nos preguntamos es la llave para “volver  a pararnos”  en nuestro eje. Es decir, a esta altura ya no importa tanto la historia real que hemos vivido, sino el conocimiento y la conciencia que podemos desarrollar a partir de nuestra historia. Esto depende absolutamente de cada uno de nosotros. NO PODEMOS  CULPAR A NADIE.


Cuando no acostumbramos pensar sobre nosotros mismos ni bucear en nuestra interioridad, el mundo se torna hostil. Si queremos patalear como niños caprichosos para obtener lo que ya nadie puede ofrecernos, con la intención de satisfacer nuestras mas infantiles necesidades, tendremos muy poca capacidad de mirar al otro. En efecto, muchos de los niños llegan al mundo  con padres que jamás han sido tratados como niños por diferentes circunstancias y que buscan el amparo como si aun lo fueran. Al no obtenerlo se enojan, con mayor o menor conciencia, generando violencia explicita o sutil, física o emocional.

Fabricamos enemigos de cualquier índole para escapar de la propia hostilidad reprimida, por lo tanto desconocida en la conciencia. Así proyectamos en los demás (incluso en nuestros hijos “desobedientes”) aquellos aspectos que despreciamos de nosotros mismos. Se necesita mucho valor para sumergirse en las tinieblas de la propia sombra en busca del enemigo interno. Esta es una puerta de entrada posible para el abordaje de la violencia, y debemos estudiar con minuciosidad las mil y una formas en que negamos nuestro egoísmo y nuestros aspectos crueles, así como comprender como hemos creado inconscientemente un psiquismo conflictivo y como hemos perpetuado las innumerables variedades de violencia.

Por todo lo anterior se puede afirmar que casi todos los niños son víctimas de algún tipo de violencia ejercida por los adultos. El abandono emocional es violencia: es la violencia del desamparo. La incapacidad de reconocer las necesidades básicas emocionales de los niños es violencia. Negar los brazos y contención es violencia. No entrar en conexión emocional con los niños es violencia. No mirarlos es violencia. Exigir que se adapten desmesuradamente al mundo de los adultos es violencia.


La violencia domina un abanico inmenso de modalidades y a veces al ser sutil o poco explicita, no lo reconocemos como tal. 

Con frecuencia se encuentra en terapias situaciones comunes en las que los padres minimizan las necesidades explicitas de sus hijos: quieren jugar fútbol pero van a colegios extremadamente exigentes y no hay tiempo para eso, aun cuando los niños expliciten sus necesidades, los adultos solemos no tomarlas en cuenta. No mirar, no reconocer al otro en su especificidad, también es violento.

La violencia actúa a través de un esquema circular: comienza a partir del reconocimiento de uno mismo (por ejemplo del padre) que ha sido humillado por su propio padre siendo niño y desamparado por su madre. O una mujer en absoluto desconocimiento de si misma, con la historia de la infancia de orfandad y soledad. El niño se carga de las reacciones que tienen los padres a diferentes situaciones de gritos y de falta de mirada y comprensión por parte de sus padres, acude a la escuela y encuentra a un compañerito (a) frágil dispuesta (o) a  recibir los golpes.


La  palabra “violencia” significa algo diferente para cada uno. Calificamos una situación como “violenta” cuando una persona o la familia que la provoca superan nuestro umbral personal de tolerancia. Lo que para mi puede ser un maltrato insignificante, para otro puede resultar una agresión insoportable. Objetivamente hay diferentes niveles de maltrato pero no debemos perder de vista que los calificamos también de acuerdo a las vivencias personales.

Relacionarse personal o profesionalmente con familias violentas suele asustarnos. Es interesante notar que a veces las personas involucradas no reconocen su realidad como violenta, porque no paso el umbral de tolerancia, es decir, que navegan dentro de cánones conocidos y aceptados como validos. Si alguien proviene de una familia en la que los gritos y las amenazas eran usuales, el hecho de pegar a sus hijos les parecerá una norma vigente para su educación.

Las familias pueden de ser de dos grupos:
1.- las familias violentas activas y explicitas (golpes, gritos, amenazas, etc.)

La tarea es intentar comprender el circuito de violencia que establecen los códigos de comunicación, inicialmente en la pareja y luego en la familia cuando aparecen los hijos. Circuito porque están todos involucrados.

2.- las familias violentas pasivas (violencia emocional o verbal)


En los dos casos como docentes debemos tomar en cuenta la historia familiar de nuestros alumnos indagar en ellos en algún ejercicio previo que podamos realizar de acuerdo a nuestra materia o en su caso  abrir los espacios para tratar estos temas ya que conocer a nuestros alumnos en su ámbito familiar nos darán armas para comprender su comportamiento en clase y el porqué de sus acciones y su falta de atención o aprendizaje.

Les invito a que se informen un poco más sobre este tema ya que actualmente nos quejamos mucho de nuestros alumnos por su falta de buen comportamiento, o porque quizás juzgamos que no tienen límites en su casa, sin embargo, se puede sacar una gama de causas por las cuales los alumnos pueden tener su comportamiento determinado, pero tomar en cuenta una causa la violencia que traen consigo desde casa es un excelente elemento que se debe considerar. Y en su caso podemos canalizar la ayuda con especialistas cuando detectamos este problema tan serio en nuestros alumnos.


La violencia como hemos visto no es solo física, y  no es en especial de un sector de la sociedad y no distingue condición social o edad, por tal motivo hay que indagar primero en nosotros mismos, conocernos y percatarnos de que tipo de violencia hemos ejercido en un momento de nuestras vidas y con quien o si lo estamos realizando con nuestros alumnos o hijos, familiares, etc. Y romper el sistema que tenemos para así poder ayudar a los demás y en especial a nuestros alumnos que son con los que tenemos un poco mas de contacto y ellos nos permiten entrar en su vida.

Recordemos que no importa tanto la modalidad con que el niño ejerce violencia. El circuito violento lo inician los adultos, ya sea porque lo tienen incorporado desde la infancia o porque están totalmente alejados de su propia esencia, y aun no han cuestionado nada desde la perspectiva de un adulto maduro.  Las personas repetimos en círculo las situaciones primarias como un disco rayado que pasa invariablemente por los mismos puntos débiles. La evolución es posible si logramos convertir el círculo en una espiral de sanación. Esto se logra con un trabajo sincero de apertura de conciencia.


Queremos una sociedad sin violencia “sin vandalismo”, entonces es momento de ponerse a trabajar en lo que como docentes estamos proyectando a nuestros alumnos, en que les estamos enseñando para la vida, de qué manera les estamos ayudando en su vida personal,  conocerse a uno mismo en sus fortalezas y debilidades también es una labor del docente que no debemos perder de vista.


SER UN FACTOR DE CAMBIO ES ALGO QUE NO SE PUEDE DEJAR DE TRABAJAR.





BIBLIOGRAFIA:

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