ANALIZA!!!
Uno de los temas que como docentes
observamos con más frecuencia es la
violencia que ejercen nuestros alumnos con sus compañeros o con cualquier otra
persona de su alrededor. Inmediatamente nos percatamos que el niño no tiene
suficiente atención o comunicación en su casa o en su caso afirmamos que es un
niño que no ha recibido los suficientes valores de sus padres.
El presente tema lo comparto con Uds.
porque es común hoy en día ver, observar, criticar, juzgar la violencia que
existe en nuestro estado, ciudad, comunidad, etc. Damos por hecho varias
situaciones sin informarnos o mínimo analizar de una manera objetiva, fuera de
nuestros prejuicios.
El nivel de violencia que cada uno de nosotros ejerce hacia uno mismo o
hacia el otro es directamente proporcional al desconocimiento de sí mismo.
Cuando no ejercitamos la interrogación
profunda, la introspección y la búsqueda del lugar personal en el mundo, nos
alejamos de nuestro personalismo eje. Desde allí nos enojamos con los demás,
con el mundo, con la pareja, con los hijos, con el trabajo, tratando de creer
que son ellos los causantes de nuestra insatisfacción primaria. En la medida en
que no encontramos respuestas inmediatas a nuestro desamparo, crece la
voracidad y por lo tanto el maltrato. La violencia es apenas un escalón más
alto en las diferentes formas de maltratar al otro, ya que creemos que así
lograremos saciar nuestra antigua hambre de amor.
Todos los adultos cargamos con
historias desdichadas en algún lugar de nuestro corazón. Es verdad que hay un
abismo en la solidez de la estructura emocional de las personas que hemos
disfrutado de mama amorosamente y maternamente y la de quienes hemos padecido
una madre infantil e incapaz de sostener a nadie, y mucho menos al niño que
hemos sido. Esta es la primera gran
pregunta que necesitamos formularnos para saber “cómo nos hemos establecido en
el mundo”. La conexión interior y la sinceridad personal con la que nos
preguntamos es la llave para “volver a
pararnos” en nuestro eje. Es decir, a
esta altura ya no importa tanto la historia real que hemos vivido, sino el
conocimiento y la conciencia que podemos desarrollar a partir de nuestra
historia. Esto depende absolutamente de cada uno de nosotros. NO PODEMOS CULPAR A NADIE.
Cuando no acostumbramos pensar sobre
nosotros mismos ni bucear en nuestra interioridad, el mundo se torna hostil. Si
queremos patalear como niños caprichosos para obtener lo que ya nadie puede
ofrecernos, con la intención de satisfacer nuestras mas infantiles necesidades,
tendremos muy poca capacidad de mirar al otro. En efecto, muchos de los niños
llegan al mundo con padres que jamás han
sido tratados como niños por diferentes circunstancias y que buscan el amparo
como si aun lo fueran. Al no obtenerlo se enojan, con mayor o menor conciencia,
generando violencia explicita o sutil, física o emocional.
Fabricamos enemigos de cualquier
índole para escapar de la propia hostilidad reprimida, por lo tanto desconocida
en la conciencia. Así proyectamos en los demás (incluso en nuestros hijos
“desobedientes”) aquellos aspectos que despreciamos de nosotros mismos. Se
necesita mucho valor para sumergirse en las tinieblas de la propia sombra en
busca del enemigo interno. Esta es una puerta de entrada posible para el
abordaje de la violencia, y debemos estudiar con minuciosidad las mil y una
formas en que negamos nuestro egoísmo y nuestros aspectos crueles, así como
comprender como hemos creado inconscientemente un psiquismo conflictivo y como
hemos perpetuado las innumerables variedades de violencia.
Por todo lo anterior se puede afirmar
que casi todos los niños son víctimas de algún tipo de violencia ejercida por
los adultos. El abandono emocional es violencia: es la violencia del desamparo.
La incapacidad de reconocer las necesidades básicas emocionales de los niños es
violencia. Negar los brazos y contención es violencia. No entrar en conexión
emocional con los niños es violencia. No mirarlos es violencia. Exigir que se
adapten desmesuradamente al mundo de los adultos es violencia.
La violencia domina un abanico inmenso
de modalidades y a veces al ser sutil o poco explicita, no lo reconocemos como
tal.
Con frecuencia se encuentra en
terapias situaciones comunes en las que los padres minimizan las necesidades
explicitas de sus hijos: quieren jugar fútbol pero van a colegios
extremadamente exigentes y no hay tiempo para eso, aun cuando los niños
expliciten sus necesidades, los adultos solemos no tomarlas en cuenta. No
mirar, no reconocer al otro en su especificidad, también es violento.
La violencia actúa a través de un
esquema circular: comienza a partir del reconocimiento de uno mismo (por
ejemplo del padre) que ha sido humillado por su propio padre siendo niño y
desamparado por su madre. O una mujer en absoluto desconocimiento de si misma,
con la historia de la infancia de orfandad y soledad. El niño se carga de las
reacciones que tienen los padres a diferentes situaciones de gritos y de falta
de mirada y comprensión por parte de sus padres, acude a la escuela y encuentra
a un compañerito (a) frágil dispuesta (o) a
recibir los golpes.
La
palabra “violencia” significa algo diferente para cada uno. Calificamos
una situación como “violenta” cuando una persona o la familia que la provoca
superan nuestro umbral personal de tolerancia. Lo que para mi puede ser un
maltrato insignificante, para otro puede resultar una agresión insoportable.
Objetivamente hay diferentes niveles de maltrato pero no debemos perder de
vista que los calificamos también de acuerdo a las vivencias personales.
Relacionarse personal o
profesionalmente con familias violentas suele asustarnos. Es interesante notar
que a veces las personas involucradas no reconocen su realidad como violenta,
porque no paso el umbral de tolerancia, es decir, que navegan dentro de cánones
conocidos y aceptados como validos. Si alguien proviene de una familia en la
que los gritos y las amenazas eran usuales, el hecho de pegar a sus hijos les
parecerá una norma vigente para su educación.
Las familias pueden de ser de dos
grupos:
1.- las familias violentas activas y
explicitas (golpes, gritos, amenazas, etc.)
La tarea es intentar comprender el
circuito de violencia que establecen los códigos de comunicación, inicialmente
en la pareja y luego en la familia cuando aparecen los hijos. Circuito porque
están todos involucrados.
2.- las familias violentas pasivas
(violencia emocional o verbal)
En los dos casos como docentes debemos
tomar en cuenta la historia familiar de nuestros alumnos indagar en ellos en
algún ejercicio previo que podamos realizar de acuerdo a nuestra materia o en
su caso abrir los espacios para tratar
estos temas ya que conocer a nuestros alumnos en su ámbito familiar nos darán
armas para comprender su comportamiento en clase y el porqué de sus acciones y
su falta de atención o aprendizaje.
Les invito a que se informen un poco
más sobre este tema ya que actualmente nos quejamos mucho de nuestros alumnos
por su falta de buen comportamiento, o porque quizás juzgamos que no tienen
límites en su casa, sin embargo, se puede sacar una gama de causas por las
cuales los alumnos pueden tener su comportamiento determinado, pero tomar en
cuenta una causa la violencia que traen consigo desde casa es un excelente
elemento que se debe considerar. Y en su caso podemos canalizar la ayuda con
especialistas cuando detectamos este problema tan serio en nuestros alumnos.
La violencia como hemos visto no es
solo física, y no es en especial de un
sector de la sociedad y no distingue condición social o edad, por tal motivo
hay que indagar primero en nosotros mismos, conocernos y percatarnos de que
tipo de violencia hemos ejercido en un momento de nuestras vidas y con quien o
si lo estamos realizando con nuestros alumnos o hijos, familiares, etc. Y
romper el sistema que tenemos para así poder ayudar a los demás y en especial a
nuestros alumnos que son con los que tenemos un poco mas de contacto y ellos
nos permiten entrar en su vida.
Recordemos que no importa tanto la
modalidad con que el niño ejerce violencia. El circuito violento lo inician los
adultos, ya sea porque lo tienen incorporado desde la infancia o porque están
totalmente alejados de su propia esencia, y aun no han cuestionado nada desde
la perspectiva de un adulto maduro. Las
personas repetimos en círculo las situaciones primarias como un disco rayado
que pasa invariablemente por los mismos puntos débiles. La evolución es posible
si logramos convertir el círculo en una espiral de sanación. Esto se logra con
un trabajo sincero de apertura de conciencia.
Queremos una sociedad sin violencia
“sin vandalismo”, entonces es momento de ponerse a trabajar en lo que como
docentes estamos proyectando a nuestros alumnos, en que les estamos enseñando
para la vida, de qué manera les estamos ayudando en su vida personal, conocerse a uno mismo en sus fortalezas y debilidades
también es una labor del docente que no debemos perder de vista.
SER UN FACTOR DE CAMBIO ES ALGO QUE NO
SE PUEDE DEJAR DE TRABAJAR.
BIBLIOGRAFIA:
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