Tradicionalmente hemos confundido motivación
con el arte de estimular y orientar el interés del alumno hacia el
trabajo escolar. Intento que queden claros ambos conceptos, en el mismo
nivel real que deben quedar claras las actividades que corresponden al
profesor que las que corresponden al alumno.
Motivación. Es el interés que tiene el
alumno por su propio aprendizaje o por las actividades que le conducen a
él. El interés se puede adquirir, mantener o aumentar en función de
elementos intrínsecos y extrínsecos. Hay que distinguirlo de lo que
tradicionalmente se ha venido llamando en las aulas motivación, que no
es más que lo que el profesor hace para que los alumnos se motiven.
Cada alumno se motiva por razones diferentes
La motivación como proceso autoenergético de la
persona, limita la función del profesor a ser un agente exterior que
trata de desencadenar las fuerzas interiores del alumno. Esto nos lleva
a una consecuencia: los incentivos tienen un valor motivacional
limitado. La misma actividad incentivadora produce distintas respuestas
en distintos individuos, o incluso en el mismo alumno en diversos
momentos.
En la práctica se traduce en una limitada eficacia
de las motivaciones colectivas, si no van acompañadas de una
individualización y adecuación a las peculiaridades del alumno, en las
que influyen tanto los rasgos de personalidad como su misma historia.
Es más importante crear el interés por la actividad que por el mensaje
Para ello hay que apoyarse en los intereses de los
alumnos y conectarlos con los objetivos del aprendizaje o con la misma
actividad. Hay muchos profesores que tienden a buscar técnicas
interesantes para ellos pero que no provocan ninguna motivación en los
alumnos. Los alumnos no se motivan por igual, por lo que es importante
buscar y realizar actividades motivadoras que impliquen mayor
participación del alumno.
Si recordamos la pirámide de Dale, y la
identificamos con el aprendizaje a partir de la experiencia, podríamos
extrapolar esta situación para definir que se motiva más y mejor quien
mayores y mejores experiencias vive en el aula. Leemos ya con bastante
frecuencia, que en situaciones de aprendizaje nos importan más los
procesos que los resultados. La razón es que los procesos permanecen
siempre y sirven de refuerzo o motivación para posteriores aprendizajes.
Factores que inciden en el interés del alumno adulto
El entusiasmo del profesor, el clima que reina en
la clase, las buenas relaciones entre los miembros, alumnos y profesor o
entre los mismos alumnos, el gusto por acudir a clase, etc. Unos alumnos
también pueden influir en otros, positiva o negativamente, la referencia
a lo real, relacionar lo que se enseña con el mundo real, los hechos y
experiencias del alumno, (Ver Pirámide de Dale), el reconocimiento del
esfuerzo que desarrollan los alumnos, evitando la censura o animando a
la mejora.
Variación de estímulos
La metodología didáctica y las nueva tecnologías
son suficientemente ricas en posibilidades como para que el profesor
ponga en funcionamiento sus mecanismos de creatividad y pueda variar los
estímulos, las actividades y las situaciones de aprendizaje con la
frecuencia que cada alumno o grupo necesite. Cambiar de actividad, hacer
participar, preguntar, hacer prácticas o ejercicios, cambiar de grupo o
lugar, etc., ayudan a captar el interés o mejorar la atención.
Que el aprendizaje sea significativo
Un objetivo o actividad es significativa, cuando
significa algo para el alumno, cuando se ve en ella alguna utilidad o
cuando entretiene o divierte.
Tener posibilidades de éxito
El éxito anima, el fracaso desanima. Hay alumnos
que saben de antemano de su fracaso, y no ponen ningún interés en su
aprendizaje. Una evaluación animosa por parte del profesor es eficaz.
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