PUEBLO TARAHUMARA
Los tarahumaras o rarámuris son un pueblo nativo de México, asentado en
territorio del estado de Chihuahua; su endónimo es "rarámuri".
Denominación.
Tarahumara también es como se conoce en
castellano a la lengua de este pueblo. La denominación "tarahumara"
es la castellanización de la citada palabra rarámuri, que debe
pronunciarse con una r suave al principio, inexistente ya que en este último
caso se deformaría la pronunciación original, sin r fuerte.
Según el historiador Luis Alberto González Rodríguez, rarámuri etimológicamente significa "planta corredora"
y en un sentido más amplio quiere decir 'los de los pies ligeros', haciendo
alusión a la más antigua tradición de ellos: correr.
Demografía.
Los tarahumaras ocupan una cuarta parte del territorio en el
suroeste del estado de Chihuahua (65 mil km²) en una de las partes más
altas de la Sierra Madre
Occidental, conocida también como Sierra
Tarahumara, la cual alcanza entre los 1,500 y 2,400 m sobre el nivel del mar.
Dentro de los cuatro grupos de indígenas que están asentados
en la sierra, los tarahumaras suman alrededor de 50,000. El 90% de la población
rarámuri se concentra principalmente en los municipios de Bocoyna, Urique,
Guachochi, Guadalupe y Calvo, Batopilas, Carichí, Balleza y Nonoava.
Historia.
Es posible que los antepasados de los indígenas tarahumaras hayan
llegado de Asia (mongolia),
atravesando el estrecho de Bering,
hace aproximadamente unos treinta mil años, pero los vestigios humanos más
antiguos que se han encontrado en la sierra son las famosas puntas Clovis (armas típicas de los cazadores de la
megafauna del Pleistoceno) con
una antigüedad de casi 15,000 años, lo que nos permite datar la presencia de
los primeros pobladores de la Sierra Tarahumara.
La economía de los primeros grupos étnicos tarahumaras se basaba en la agricultura, la caza y
la recolección. Cultivaban maíz, calabaza, chile y algodón.
Cada grupo tenía su dialecto de la lengua tarahumara y sus gobernantes, quienes se
encargaban de proteger el territorio contra las etnias vecinas y garantizar el
orden interno de la tribu.
Eran belicosos y politeístas.
Creían en la vida después de la muerte y en la existencia de seres benévolos
y malévolos. Entre los benévolos consideraban al sol, la luna, el médico, las serpientes y las piedras, que provocaban las lluvias y
controlaban los animales que cazaban. Entre los malévolos estaban los señores
del inframundo que causaban la muerte y los desastres
naturales. Sus rituales comunales eran parte esencial de su cultura. Adoraban
el sol y la luna, celebraban victorias bélicas, la caza de
animales y la cosecha agrícola.
No fue hasta 1606 cuando los misioneros jesuitas tuvieron el primer contacto con los
indígenas de la sierra. Según las referencias históricas de la época colonial,
la conquista y la evangelización inició con los “chínipas”, muy
relacionados con los guarijíos,
etnia considerada como la más fiera de la región en esos tiempos. Cuando
llegaron permanentemente los religiosos a su pueblo en 1632, su presencia provocó un levantamiento
entre los pueblos indígenas, quienes estaban descontentos con la labor
evangelizadora. Esta protesta la comandó el jefe “Combameai”. La primera
revuelta terminó con la muerte de dos religiosos, lo que originó una fuerte
represión por parte del gobierno de la Nueva
España. Fue entonces cuando muchos guarijíos huyeron y se internaron en las
barrancas de lo que hoy es el estado
de Chihuahua.
Encima de eso, fue en los siglos XVII y XVIII cuando
diversos grupos de agricultores y comerciantes novohispanos invadieron esta región despojando de
gran parte de la tierra a los indígenas, intercambiándoselas por productos como
jabón, sal, mantas y otras baratijas; algunos indígenas fueron obligados a trabajar con ellos
como peones pagándoles muy poco. En cambio, otros emigraron hacia las partes
más recónditas de la sierra para protegerse y evadir el trabajo forzado en
haciendas y minas.
Es ahí en lo más abrupto de la sierra donde se asentaron las
misiones jesuitas que, sin mucha controversia, muchas
veces sirvieron de refugio a los abusos cometidos contra los indígenas. La expulsión de la orden de
los confines del Imperio español significó un retorno de los
tarahumaras a la vida seminómada que llevaban. Por otra parte este
acontecimiento les dejó completamente aislados en los altos de la Sierra. Eso les ayudó a conservar su
cultura y a desarrollar un singular sincretismo religioso que todavía existe y
es único en México por su mezcla de catolicismo y chamanismo.
En el año de 1856, mediante la ley de la desamortización de
los bienes eclesiásticos, los mestizos de la zona ocuparon las tierras
pertenecientes a los pueblos de misión habitadas por tarahumaras, quienes se vieron
obligados a abandonarlas. Pero no sería hasta 1876 que se rebelarían, cuando
fueron obligados a partir de las pocas tierras que les quedaban, pero esta vez
serían respaldados por el gobierno del estado que abogó por ellos. Se
registraron otros dos levantamientos: uno en Agua amarilla en 1895 y otro en
Chinatú en 1898.
Rasgos físicos.
Generalmente, los tarahumaras son delgados, entre ellos son muy raros los tipos musculosos y muy altos. La mujer tiende a ser baja y más robusta. Los ojos generalmente tienden a ser oblicuos, pómulos salientes,
orejas chicas, grande nariz y boca, labios casi gruesos; el cabello lo tienen negro, grueso y liso; lampiña y ancha la cara y escaso vello en el cuerpo; su piel es morena, gruesa y un poco reseca
por las bajas temperaturas; pies regulares, algo largos sus brazos y sus piernas, como las características de los atletas y corredores de grandes distancias. Su estatura promedio es
de 1,70 m (5 pies 7 pulga).
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