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miércoles, 24 de octubre de 2012

HISTORIA, UN VISTAZO HACIA NUESTRO PASADO


HISTORIA, UN VISTAZO HACIA NUESTRO PASADO

Compañeros les comparto esta reflexión y me gustaría conocer su opinión sobre la misma; para quienes son docentes de la materia de Historia podría ser una herramienta a utilizar con sus alumnos.



La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, siendo el ordenamiento legal de mayor supremacía en nuestro país, inclusive superior a los Tratados Internacionales, de acuerdo a lo establecido por el artículo 136 de la misma Carta Magna, ha sido el producto de muy diversas y variadas modificaciones y el resultado de una insensata lucha de poder por asentar, preservar y garantizar los mínimos derechos fundamentales del ser humano. 


En este orden de ideas, podemos referirnos a un sinnúmero de acontecimientos acaecidos durante toda la historia de nuestro país, y específicamente en el siglo XX. El presente trabajo tiene como finalidad ofrecer una visión general de un suceso trascendental en la vida política y democrática de nuestro país, y que marcó la pauta para tener lo que actualmente poseemos. Me refiere al derecho que constitucionalmente se le reconoció a la mujer: el voto. 



Fueron varios los sucesos que tuvieron que acontecer a efecto de que los legisladores reformaran la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, después de su promulgación el 5 de Febrero de 1917, y como consecuencia de la Revolución Mexicana, para que se reconociera legalmente la igualdad entre hombre y mujer; pues como bien es cierto se había aceptado una igualdad mental y moralmente, pero era necesario reconocer esta igualdad desde el punto de vista social y político, esto es, otorgándoles los derechos de ciudadanía. 

Fue hasta el 17 de octubre de 1953 cuando apareció en el Diario Oficial un decreto en el que se anunciaba que las mujeres tendrían derecho a votar y ser votadas para puestos de elección popular. Esto fue el resultado de un largo proceso que había comenzado muchos años atrás, en fechas posteriores a la consumación de la Revolución Mexicana, pues en esta lucha armada la incorporación de las mujeres fue de suma importancia, no sólo como acompañantes de los hombres y realizando sus tareas tradicionales (lavar, cocinar y cuidar a sus hijos, entre otras), sino que también tuvieron actividades militares. Se dedicaron a difundir ideas revolucionarias, fueron espías, mensajeras, enfermeras; consiguieron ayuda para la población civil y colaboraron en la redacción de proyectos y planes. Realmente fue una contribución activa e importante. Tradicionalmente se ha dicho que las que participaron, lo hicieron para ayudar a sus hijos y esposos, que su lucha fue callada y desinteresada, pero es muy probable que ellas hayan sentido que su situación mejoraría en el momento que las cosas cambiaran en el país. 


La ideología de las mujeres en aquellos momentos se centraba en la idea de que si se era sujeto de obligaciones dentro de un grupo social, era de estricta justicia gozar de los derechos y prerrogativas que la ley otorga para tal efecto. La mujer debía tener la decisión de elegir a las autoridades. Las disposiciones legales deberían de aplicarse por igual a hombres y mujeres. Si la mujer cumplía con su obligación de pagar impuestos, especialmente la independiente, por lo tanto estaba ayudando la comunidad, por lo cual obedece a disposiciones gubernativas; y si infringía la ley era castigada de igual manera que el hombre. Así pues era injusta la aplicación de la justicia para hombres y mujeres. 


Sin embargo al redactarse la Constitución de 1917, se decidió, sin mucha discusión negar a la mujer los derechos políticos, a pesar del importante papel que habían desempeñado durante la Revolución Mexicana, argumentando que las mujeres no sentían la necesidad de participar en asuntos políticos, y que si bien es cierto hubo mujeres extraordinarias durante este movimiento, sólo fueron algunas excepcionales, y por lo tanto no podía aplicarse a una mayoría. 

No obstante, esa no era la razón medular de la negación de los derechos políticos a la mujer, sino más bien que los congresistas varones temían que se rompiera la “unidad familiar”, argumento que duró muchos años después. Temían que con “el avance de la civilización”, las mujeres se interesaran por asuntos ajenos a sus hogares y sus familias y los abandonaran, por eso había que mantenerlas fuera del juego democrático. Los constituyentes hicieron un diagnóstico de la situación de las mexicanas y las dejaron entregadas a su propia suerte. Por un lado, les negaron el derecho al sufragio, y por otro, no hubo una propuesta consistente para sacarlas fuera del círculo restringido del hogar y educarlas políticamente. Esta postura generaría un déficit histórico respecto a la educación cívica de las mujeres y se reflejaría en el futuro comportamiento electoral y en su pasividad en el ámbito político. 





Fue Yucatán el primer estado que reconoce el sufragio femenino, y que marcara la pauta para que otras entidades también lo realizaran y finalmente en el año de 1953 sea oficialmente reconocido a nivel nacional. Así también ayudó a esta circunstancia la creación del Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM) constituido formalmente en 1935 y que llegó a contar con 50 mil mujeres afiliadas. 


En un principio, las ideas de reivindicación de las mujeres para su reconocimiento dentro de una democracia, y gracias a la formación del FUPDM, son netamente clasistas y algunas de ellas dirigidas exclusivamente a las mujeres trabajadoras, que en esos años no eran la mayoría de la población femenil. Por eso lo más importante para las mujeres de distintas clases sociales, reunidas en el Frente, fue el voto, ya que las otras demandas no lograron conciliarlas. 


Es importante señalar que un papel importante también lo jugaron los organismos internacionales, que empezaron a trabajar para que las mujeres americanas alcanzaran el derecho al sufragio en un ambiente en que se perfilaba la libertad de los países y de los hombres, obviamente incluidas las mujeres. 





Desafortunadamente, el reconocimiento que la mujer merece como tal en la vida democrática de nuestro país, no se da sino muchos años después de iniciada una lucha constante de parte del sector femenino. El varón seguía, inclusive sigue creyendo que las decisiones políticas no pueden ser tomadas conscientemente por una mujer. Si bien es cierto que se ha incursionado en casi todos los ámbitos de la vida, también lo es que falta mucho por hacer; debemos remitirnos a nuestra formación desde el seno familiar y no sólo los varones sino también las mujeres, para tomar conciencia de nuestra situación, no como sólo hombres o mujeres sino como seres humanos, iguales como tal y con ello lograr una adecuada convivencia e igualdad social. 





Con la concesión del voto a las mujeres, se daba respuesta de alguna manera a la inconformidad de las mismas, y al mismo tiempo, en ese momento histórico, no se afectaba al sistema, pues ellas seguirían bajo el control político e ideológico del “partido oficial” en aquél momento. Se pretendía crear la imagen progresista, dar la sensación de que se iniciaba una nueva era para México. Se quería entrar al concierto de las “naciones modernas”, donde las mujeres tenían ya derechos políticos, con lo cual al atraer mayor número de votantes, el gobierno pretendía crear una plataforma para la consolidación del sistema y la legitimación del poder. Con ello las mujeres, agradecidas, podían convertirse en incondicionales del régimen, lo cual era importante porque en las elecciones de 1952, la oposición había alcanzado un porcentaje alto en las votaciones: el PRI necesitaba fortalecerse. 

El sufragio femenino significó también el reconocimiento a la igualdad en la participación política, el que cada mujer pudiera decidir sobre su vida, y además aceptaba la posibilidad de la elección de mujeres para estar en cargos de representación pública, derecho ejercido anteriormente sólo por hombres 

A pesar de que ya en 1953 se reconoce el derecho al sufragio femenino gracias a la organización y participación de las mujeres en los foros feministas demandando derechos ciudadanos, ese avance no se materializó sino hasta años después, y no en todos los casos, debido a que en la mayoría de las veces seguían y desafortunadamente siguen siendo los hombres quienes decidían y deciden lo que sus esposas, hijas o hermanas deben hacer. 



Pese a la importancia que se había logrado en ese primer intento del ejercicio de libertad de decisión por parte del sector femenino, la verdadera democratización de la ciudadanía ha tardado mucho más en gestarse; la tradición ha imperado sobre la razón. Con los años y gracias a estos movimientos de las mujeres se ha pretendido constituir el concepto de género como categoría de análisis para explicar los mecanismos de opresión y a partir de ahí abrirse la posibilidad de superarlos, lo que en la práctica sembró y ha sembrado la semilla de la democracia, entendida como la igualdad de los géneros, conservando la diferencia sexual. 


Hoy en día faltan muchos eslabones por superar, sin embargo se está en el camino de lograr el verdadero ejercicio de una democracia, mediante la participación activa de hombres y mujeres, y con ello dar cumplimiento cabal a lo que la legislación establece. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como el máximo ordenamiento legal de nuestro país consigna claramente la igualdad entre hombres y mujeres, en cualquier ámbito. Sólo falta la conciencia real de todos nosotros para ejercer como tal dichos derechos fundamentales.



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