Sociedades por la Educación en todo el mundo

lunes, 6 de agosto de 2012

LA EDUCACIÓN, UN PROCESO COMPLEJO



Estimados lectores, el presente ensayo es una síntesis de un trabajo realizado por el Maestro Felipe de Jesús López Hernández, dentro del proceso educativo de formación de su grado de la Maestría de Educación con Intervención en la Práctica Educativa (MEIPE).

Dejo a ustedes el análisis del presente, como parte de nuestra formación educativa en este proceso.



LA EDUCACIÓN, UN PROCESO COMPLEJO. 

En el presente ensayo, trazo algunas de las situaciones que rodean la práctica de los que tenemos el privilegio de dedicarnos a la enseñanza. Planteo que la educación es un proceso complejo, en el que el contexto juega un papel importante, por ser el medio en el que nos desenvolvemos los involucrados. Igualmente, hago una diferenciación entre algunos conceptos que han sido considerados como equivalentes y no lo son, práctica docente y práctica educativa. Describo brevemente las características y acciones que involucran a cada uno. Posteriormente, realzo la importancia de la investigación educativa como pauta del trabajo docente, en la que el contexto tiene importancia básica; menciono sus funciones y objetivo; así como las perspectivas epistemológicas y teóricas en las que se ubica. 

Más adelante, indico la función de la intervención, sus características y etapas. Recalco la complejidad que tiene la labor del maestro, por todos los elementos que involucra. También, presento los nuevos retos y las pretensiones del Estado en materia educativa, esencialmente la de elevar la calidad. Por último, menciono que para ser educadores debemos estar dispuestos a investigar lo que hacemos, ponerlo en tela de juicio e intervenirlo, porque ésta será la única forma de mejorar. 

El quehacer cotidiano para los que nos dedicamos a la educación, es una amalgama de actividades, las cuales rebasan el tiempo y el horario escolar. Sin embargo, la función esencial es la que se da en el momento en que estamos en contacto con nuestros alumnos. Nuestras acciones, son las que determinan nuestra práctica. 

La práctica humana puede estar dirigida a situaciones sociales, comunicativas o psicológicas, definida como la forma de actuar o la forma de hacer. Desde la perspectiva de educación, podemos encontrar dos conceptos que comúnmente suelen utilizarse como iguales: práctica docente y práctica educativa. Ambos forman parte del trabajo en el aula, pero no son equivalentes. 

Por principio de cuentas, una práctica educativa está integrada por las acciones del educador, las acciones del estudiante y la interacción entre ambos (Sañudo, 1997). Debemos considerar que constituye un conjunto de acciones transformadoras (Kosik, 1997) que intencionadamente buscan el cambio en los sujetos inmiscuidos en ellas. Es decir, en nuestro trabajo existe una práctica educativa cuando con el propósito de transformar, realizamos actividades conscientes y articuladas. Como ejemplo claro tenemos el aplicar una planeación en base a un plan o programa definido, considerando los tiempos, materiales y espacios disponibles, las características de los alumnos y las competencias y limitaciones que tenemos como docentes, con el afán de lograr un propósito específico. Esta práctica educativa está integrada por mi actuar como docente, el actuar de mis estudiantes y las relaciones entre nosotros. 

Una de las características fundamentales de la práctica educativa es su carácter dinámico y el potencial de transformación. Lo que en un tiempo fue, en este momento ya no lo es; lo que hoy es, mañana ya no lo será. Éste, es un principio básico de las cosas, y quien mejor que nosotros los docentes lo comprendemos. Muchas de las antiguas creencias, han quedado obsoletas y en un tiempo fueron principios rectores de la educación. Tal es el caso de la famosa frase `la letra con sangre entra´, que no tiene cabida en la nueva pedagogía. Claro es que las necesidades van cambiando con el tiempo, así como las formas de pensar, porque estamos en un mundo en constante movimiento y debemos avanzar a la par de los requerimientos de la sociedad. 

Por otro lado, tenemos la práctica docente, que se define como el conjunto de actividades que organizamos los maestros día con día, en la que echamos mano de las habilidades y limitantes que tenemos, los valores y los conocimientos. Todos ellos conjugados en estrategias didácticas. Es el encuentro diario con nuestros alumnos, en donde compartimos y negociamos. Es una práctica real y determinante en el proceso de enseñanza–aprendizaje. 

La práctica docente, se puede percibir desde varios campos disciplinarios: el sociológico, el psicológico y el pedagógico–didáctico. En el primero, se ubican las expectativas sociales que tenemos en virtud de nuestra función y de nuestra práctica, cuáles son nuestros problemas y las consecuencias que de éstos se derivan. En el segundo, están desde las razones por las que elegimos la carrera, hasta las situaciones de estrés que implica nuestro trabajo. En el tercero, se encuentran lo institucional, lo programático y el acto de enseñanza-aprendizaje. 

Es lógico afirmar que nuestro papel tiene suma importancia, pero nuestra función ha cambiado: hoy somos los constructores de una educación viva, cambiante, que se replantea, se resignifica; y es de nuestros propios errores y aciertos de los que debemos aprender. Para lograrlo, debemos ser investigadores del propio quehacer, investigadores de la educación. 

La investigación educativa es considerada actualmente como disciplina angular en las ciencias de la educación (Escudero, 1996) y tiene diferentes funciones (De Miguel, 1982): 

· Función epistémica, porque debe servir al análisis epistemológico. 

· Función innovadora, ya que tiene que estar a la vanguardia científica en cuanto a métodos, procedimientos y técnicas. 

· Función crítica, con la investigación empírica de resultados que se obtienen. 

· Función sintética, puesto que integra los aportes de otras disciplinas. 

· Función dinamizadora, debido a que potencia la investigación dialéctica. 

La investigación de la práctica educativa, nos da la posibilidad de mejorar a los docentes, conscientizarnos y transformar la realidad. Dicho en otras palabras, el investigar sobre nuestra práctica educativa nos permite caracterizarla, es decir, lograr describirla como realmente es y no simplemente como creemos, y después intervenirla, planteado de otra manera, tratar de transformar las situaciones que es necesario mejorar. 

Investigar, nos permitirá conocer el entorno social en donde realizamos nuestra práctica. Éste tiene un papel preponderante en la educación, porque es en donde los alumnos se desenvuelven. “No es posible soslayar la acción social en el proceso de formación del individuo” (Sañudo, 2006) porque gran parte de lo que somos como personas, es producto del lugar en donde vivimos. Por tanto, es imposible tratar de entender conceptos como educación o entendernos a nosotros mismos, sin comprender los contextos sociales en que estamos inmersos (Kemmis, 1996). La actuación de un individuo queda definida por las relaciones que establece con los demás (Bazdresch, 1988). 

Los datos verídicos y completos serán los que se obtengan de una investigación. Para la educación, por estar inmersa en las ciencias sociales, es importante que se considere a la investigación cualitativa como esencial, porque está fundamentada en el entorno, en un proceso, ofrece una perspectiva desde dentro de una realidad dinámica (Cook y Reichardt, 1986b); y la finalidad de la educación es transformar los sujetos que intervienen en ella. Además, de que nos ofrece datos reales, ricos y profundos. Por la naturaleza del objeto de estudio, el contexto, el método etnográfico resulta bastante útil. 

La etnografía puede definirse como el método de investigación a través del cual se aprende el modo de vida de una unidad social concreta. Es una forma de investigación social en el que se hace énfasis en la exploración de un fenómeno social; se trabajan con datos no estructurados; se investigan pocos casos pero con profundidad; y se interpretan significados y funciones de las actuaciones humanas (Atkinson y Hammersley, 1994). 

Entre los aportes que puede hacer el método etnográfico están el registro del conocimiento cultural, la investigación detallada de patrones de interacción social y el análisis holístico de las sociedades; la descripción o reconstrucción analítica de carácter interpretativo; permite hacer triangulaciones; da la pauta para echar mano de documentos, registros, fotografías, mapas genealogías, diagramas de redes, etc.; es de condición naturalista; usa la vía inductiva, el carácter fenomenológico o émico, datos contextualizados y carácter reflexivo… en pocas palabras, es el método ideal para un trabajo de campo que pretenda describir un contexto social. La observación, las entrevistas, las encuestas y demás materiales escritos, son técnicas propias de la etnografía (Woods, 1987). 

Desde una perspectiva epistemológica, el construccionismo nos ofrece la posición más acertada para explicar la educación, ya que sostiene que el significado de las cosas no se descubre, sino que se construye a partir de relaciones sujeto-objeto. Además, la verdad se describe objetiva y subjetivamente. A partir una perspectiva teórica, los paradigmas interpretativo y la teoría crítica son en los que se puede ubicar la educación. En el caso del interpretativismo porque las ciencias de la educación se ubican en las Ciencias Sociales y se pretende la interpretación de las cosas, se considera al contexto como un elemento constitutivo de los significados sociales (Erikson, 1989) y el objeto de investigación es la acción humana (Van Maanen, 1983). En otro polo, a la par y en contraste con el interpretativismo, aparece la teoría crítica porque “es un contraste entre una investigación que busca comprender y una investigación que cuestiona, entre una investigación que acepta el status quo y una que intenta producir cambios” (Crotty, 1998). Ello porque muchos de los maestros buscamos cambiar el cómo se vienen haciendo las cosas. Ese cambio, es la intervención. 

Intervenir la práctica no significa llegar con una varita mágica con la que modifiquemos, cambiemos y creemos conciencia de la noche a la mañana, en todo y todos los involucrados en la educación. La intervención, es un proceso complejo y a largo plazo que implica el cambio que como maestros debemos hacer de las prácticas en el salón de clase para conseguir los fines humanos de la educación (Bazdresch, 2000). La realidad es que se partirá de la experiencia propia y de comprender que el cambio personal es el que podrá determinar el de los demás. 

En el caso de la Maestría en Educación con Intervención en la Práctica Educativa el proceso de intervención incluye: 

· Marco contextual 

· Caracterización de la práctica educativa 

· Búsqueda de problemáticas en el ejercicio de la función educativa y planteamiento del problema. 

· Metodología 

· Propuesta de intervención y su implementación 

· Evaluación de la propuesta 

Para Bazdresch (2000), el punto inicial de la intervención educativa es la identificación de la metodología. Ello consiste en establecer y seleccionar un aspecto concreto de la práctica. Luego, se requiere establecer claramente las razones por las que se eligió ese aspecto. Seguidamente, debe configurarse un plan de intervención que contenga objetivos y actividades, con fechas y tiempos. El punto medular es el registro de los sucesos, cuya confrontación con la planeación nos dará claves importantes. Posteriormente, se deben identificar los hechos claves de la intervención, con un análisis de logros. El paso que continúa, la reflexión interpretativa sobre la intervención, cede la posibilidad de emitir un juicio. Por último, se tienen que identificar las características de las metodologías, la metodología anterior a la intervención y la que resulta posterior a ésta. 

Para poder llegar al paso de la intervención es necesario, como dije anteriormente, caracterizar mi práctica. Explicitar qué es lo que hago, no es fácil, debido a que el amor propio de docente nos hace ver un trabajo casi perfecto. Además, lo que hacemos tiene un significado para nosotros los maestros, otro para nuestros alumnos y uno distinto para quienes no son actores de nuestra práctica. Hasta quizá se podría afirmar que el sentido de una acción, es propio de quien la realiza y es inaccesible para otros (Bazdresch, 2000), pero la educación no es un proceso meramente interpersonal, sino también social. De esta forma, indico que mi trabajo dentro del aula, además de tener un valor para mí, debe tenerlo para los demás implicados y no implicados directamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, si considero que imponer el orden en el aula es tener a los alumnos sentados y callados, solamente estoy manifestando la idea que poseo sobre esta situación, sin tomar en cuenta la opinión de los alumnos, la de los padres de familia, los fundamentos metodológicos producto de diversas investigaciones, el plan de estudio, etc. 

Por otro lado, el paradigma educativo con el que aprendimos, puede ser un obstáculo a un cambio, ya que en muchas ocasiones hacemos las cosas como nos las enseñaron, ya sea por creer que es la mejor manera, por ser la más fácil o la única que conocemos. 

Considero a mi trabajo muy difícil. Es difícil por la importancia que tiene, por el hecho de que trabajamos con personas y no con objetos que si salen defectuosos se pueden eliminar y volver a hacer. También es complicado porque nuestros alumnos tienen percepciones específicas de las cosas, los padres poseen las suyas, yo como maestro tengo unas más, y como trabajador tengo un reglamento guía que me tiene que orientar. Además de difícil, es muy bello y gratificante, porque tenemos la oportunidad de moldear el futuro, al formar los hombres y mujeres de nuestro país; porque tenemos el privilegio de alcanzar la inmortalidad, con los conocimientos y consejos que trasmitimos a nuestros alumnos y que éstos trasmitirán a generaciones venideras. Somos maestros de obreros, campesinos, profesionistas, gobernantes, religiosos, etc. No hay nadie que no haya tenido un maestro en algún momento de su vida. 

Existen numerosos retos establecidos por la numerosa población, las altas tasas de crecimiento, la diversidad lingüística, una geografía difícil y pocos recursos económicos. Pero también existen logros, como el hecho de que la población infantil que no tiene acceso a la enseñanza primaria, es decir el rezago escolar absoluto, se ha reducido significativamente; además, el establecimiento en 1992 de la obligatoriedad de la educación secundaria, es otro avance (Plan y programas de estudio de educación primaria, 1993). 

Las nuevas pretensiones del Estado son elevar la calidad educativa, establecer flexibilidad que permita a los alumnos adquirir nuevos conocimientos y poder aplicarlos creativamente. Para ello, se deben superar las actuales deficiencias en las tareas formativas más importantes y establecer metas más avanzadas, con el fin preparar al país frente a las demandas educativas del futuro. Los verdaderos actores de este cambio, seremos los propios maestros. 

Los principales enemigos que dificultan nuestra misión de educar son la apatía de muchos alumnos por estudiar; poco apoyo a alumnos con necesidades educativas especiales; la pobreza; el desinterés y bajos niveles educativos de algunos padres de familia; la desvalorización que se hace del maestro y su función; la falta de oportunidades para conseguir un buen trabajo a través de un título; insuficientes recursos destinados a la educación; el perfil con el que egresamos de la escuela normal no nos permite conocer nuestro trabajo, es decir, ser investigadores de la educación; el mal uso que se hace de los medios masivos de comunicación… en fin, tantas cosas. 

La educación es un proceso complejo, tanto individual como colectivo. “Se identifica con aquellas acciones que llevan al individuo a producir un conocimiento que le permita comprender, accionar, interaccionar y transformar el medio en donde se desarrolla (Sañudo, 2006). 

Tenemos una importante función social, la de educar, que en toda la extensión de la palabra se refiere a provocar un cambio positivo, bien planeado, con propósitos, metas y acorde a los requerimientos de un tiempo y un espacio. El trabajo de un buen maestro se refleja cuando siempre está abierto a seguir aprendiendo; cuando está dispuesto a un cambio estudiado y consciente de su práctica. Para lograrlo tiene que convertirse en sujeto y objeto de investigación; debe estar dispuesto a hacer los ajustes estudiados y meditados que sean necesarios para cumplir con el objetivo de educar. 


BIBLIOGRAFÍA 

Gil Flores, Javier (1999). Metodología de la investigación cualitativa. 2ª edición. Ed. Aljibe, España. 

Perales Ponce, Ruth C. (2006). La significación de la práctica educativa. 1ª edición. Ed. Paidós, México. 

Plan y Programas de estudio (1993). Educación Primaria. SEP. México. 

Postic, Marcel (2000). Observar las situaciones educativas. 3ª edición. Ed. Narcea, España. 

Sandín Esteban, M. Paz (2000). Investigación cualitativa en educación. Fundamentos y tradiciones. 1ª edición. Ed. Mc Graw Hill, España. 




3 comentarios:

  1. Bueno como punto de análisis me parece muy acertado el comentario; de verdad que el proceso educativo es algo muy complejo.

    ResponderEliminar
  2. Buen comienzo. Para que sea adecuada al formato del blog y aprovechar bien el recurso, te recomiendo que modules la información en una secuencia de entradas y procures ilustrar el texto para que no resulte tan árido. Como si estuvieras publicándolo en una revista. Saludo cordial. Jaime Ramos Méndez.

    ResponderEliminar
  3. MUCHAS GRACIAS MAESTRO ESO HARÉ. SEGUIMOS EN COMUNICACIÓN POR ESTE MEDIO, QUE ES BASTANTE INTERESANTE

    ResponderEliminar